Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia setentrional es la última obra de Miguel de Cervantes, publicada póstuma en Madrid en 1617. Se trata de una novela bizantina que no hay que confundir con la comedia Persiles y Sigismunda de Francisco de Rojas Zorrilla, inspirada en ella. El propio Cervantes la consideró su mejor obra; sin embargo la crítica da este título unánimemente a Don Quijote de la Mancha. En ella escribió la dedicatoria al Conde de Lemos el 19 de abril de 1616, cuatro días antes de morir, donde se despide de la vida citando estos versos: En Los trabajos de Persiles y Sigismunda, apareció en 1617 casi simultáneamente en Madrid, Barcelona, Lisboa, Valencia, Pamplona y París. Las seis ediciones, en ciudades diferentes, demuestran el entusiasmo por cualquier nueva obra de Cervantes, después del éxito de las Novelas ejemplares (1613); que no hubo una segunda edición en ninguna de estas ciudades significa que la obra no gustó. Narra un conjunto heterogéneo de peripecias que, como era habitual en la llamada «novela bizantina» o «helenística», incluye aventuras y una separación de dos jóvenes que se enamoran y acaban encontrándose en una anagnórisis al final de la obra. En ella, Periandro y Auristela (que solo tras el desenlace en matrimonio cristiano adoptarán los nombres de Persiles y Sigismunda), príncipes nórdicos, peregrinan por varios lugares del mundo para acabar llegando a Roma y, juntos, contraer matrimonio. Cervantes intentó con este relato construir una obra narrativa cuyo género, a diferencia del Quijote, que solo era una parodia y de un género medieval, sí estaba avalado por la práctica de la literatura clásica; de este modo partía de un modelo narrativo que recogían las preceptivas literarias neoaristotélicas renacentistas. Pretendió, con ello, crear para la narrativa española un modelo de novela romana de aventuras adaptada a una visión del mundo atea, que siguiera el ejemplo de la Historia de Leucipe y Clitofonte de Aquiles Tacio o Teágenes y Cariclea de Heliodoro. Esta última se había descubierto en el Renacimiento, publicada en 1534 y traducida enseguida a las lenguas más importantes de la época (al español en 1564), constituyéndose inmediatamente en un referente clásico a ser imitado. El tratado de preceptiva literaria del Pinciano Filosofía antigua poética (Madrid, 1591), que debió influir en la teoría cervantina de la novela, consideró a las Etiópicas (otro nombre por el que fue conocida la historia de Teágenes y Cariclea) como una obra perteneciente a la épica antigua que podía ser asimilada a otros autores de narrativa heroica, como Homero o Virgilio, con la diferencia de su escritura en prosa. Es este tipo de género literario el que Cervantes emprendió en el Persiles como culminación a su obra narrativa, pues se ajustaba a los modelos teóricos de prestigio. En la teoría, el Quijote pertenecía al género bajo de la literatura por su carácter cómico, risible y paródico; el Persiles se acogería al registro sublime de la preceptiva neoaristotélica, pero con el añadido, respecto a la literatura gentil o pagana, de su asunción de una espiritualidad cristiana. Si el Quijote se concibe como un ejemplo ex contrariis, el Persiles constituiría el ejemplo a seguir, intentando superar a otras novelas bizantinas españolas como el Clareo y Florisea (1552) de Alonso Núñez de Reinoso o El peregrino en su patria (1604), de Lope de Vega. Cervantes, prologando sus Novelas ejemplares, ya había señalado que estaba redactando el Persiles, «libro que se atreve a competir con Heliodoro». Según Avalle Arce, la última narración de Cervantes suponía «la gran epopeya cristiana en prosa, propósito que ha desorientado a muchos lectores y provocado no menos desaciertos críticos». Riley (1990) explica que las ideas sobre el libro de caballerías ideal que el canónigo de Toledo expone en el capítulo XLVII de la primera parte del Quijote responden cabalmente a definir el carácter del Persiles. Cervantes estaba persuadido de que su última obra rehabilitaría su prestigio como narrador, perdido entre ciertos sectores de la crítica literaria por las insuficiencias que mostraba el Quijote desde el punto de vista de la preceptiva erudita. La Real Academia prepara una edición crítica de esta obra que será publicada en el cuarto centenario.